Sostenía un frasco de cristal lleno de aceitunas y, mientras pausaba antes de abrirlo y servirme unas cuantas en mi plato, pensé ¿cómo es que estas aceitunas llegaron a estar dentro de este frasco de cristal, sin semillas, y en mi mano, al otro lado del Atlántico?
Cuando estuve en España me cercioré de conocer un árbol de aceitunas (que tanto me encantan), darle las gracias, y establecer ese vínculo por primera vez, luego de 23 años de consumir sus frutos y productos derivados, como el aceite de oliva, en abundancia.
¿Cómo es posible que podamos consumir algo sin tener una idea clara de dónde proviene, o cómo es en su estado natural?
Cuando la comida de un ser proviene de paquetes, envases, bolsas y latas de fábricas, poco a poco ese ser entra en la ilusión subconsciente de que las industrias son la fuente de su sustento, y se va olvidando del origen verdadero de su alimento.
Creo que en esa desconexión radican las causas de violencia que está recibiendo la Tierra y demás especies que comparten el Planeta con nosotros. Parte de la población humana ha abandonado el vínculo original con la Tierra, y ya no siente cuánto la necesita para vivir. Un ser que pisa la Tierra, interactúa con los árboles, las plantas, los animales y el sol cotidianamente, es muy diferente a un ser que va pisando losas con sus pies encerrados en zapatos, desplazándose entre espacios con paredes de concreto y luz artificial, viajando sentado en cajas de metal y plástico a altas velocidades sobre largos ríos negros que cortan los valles, mientras encierra su mente entre hileras de cosas a las que les da de comer su “tiempo”, usa químicos en su piel para bloquear la luz del sol y va comiendo algo que escasamente muestra rastro de la fuente original de sus ingredientes…
Estamos en ese momento en Puerto Rico, en que parte de la sociedad reconoce el vegetal de lata, pero no tiene idea de cómo se ve en su forma real. Un tiempo en el que personas no recuerdan qué les hace bien, qué deben comer y cómo seleccionarlo.
¿Cuándo se ha visto otra especie que olvide lo más básico de su sustento?
Es una alerta del propio instinto que desea ser recuperado. Está en nosotros; como está en el bebé que tan pronto nace, se desplaza a la teta de la madre sin que nadie le enseñe.
Conocer y relacionarnos con la fuente de nuestro alimento es como descubrir una profundidad familiar, añorada desde siempre. Algo en la conciencia cambia, hay una expansión de la identidad, un reconocimiento del significado que buscamos, un retorno a la unidad que somos todos en armonía con el planeta; una paz sencilla y abarcadora.
La invitación es a comer aquel alimento del cual podamos, con tan sólo mirarlo, leer su historia, hasta su origen en el árbol, en la planta, o en la Tierra. Que investiguemos lo desconocido, y que cada vez menos empaques, latas, bolsas, y químicos artificiales se interpongan entre nosotros y el alimento. Que cada vez sean menos procesos desde el frutos de la Tierra hasta nuestras células, y sea más la vida en nuestro cuerpo, y la conciencia en nuestro ser.